Ha vivido sobre la orilla del bordo del río Bravo desde hace más de 60 días
La falta de dinero aunada a la violencia que se vive en los países de centroamérica, originó una migración masiva cuyo destino final es la frontera con Estados Unidos.
Quienes alcanzan la meta previa a su nueva vida, sufren al lado de su familia la escasez y el hambre de arribar a un pueblo extraño.
A la orilla de la avenida Álvaro Obregón, a unos metros de la casilla de cobro y bajo una sombra de árbol se posa un hondureño de entre 25 y 35 años de edad, quien soporta el peso de su bebé en brazos para pedir apoyo a quienes cruzan en vehículo al lado americano por el puente internacional Matamoros- Brownsville, para comprarle pañales a su hijo de apenas 2 años edad.
La historia de Samuel es una más de las miles que se tejen en torno a las pandillas centroamericanas, que arrebatan la vida de sus contrincantes o enemigos y hacen que las familias de los occisos huyan de su país.
Samuel llegó a Matamoros solamente acompañado de su hijo; su esposa y familiares no lograron salir a tiempo de Honduras, por lo que cae sobre sus hombros la responsabilidad de alimentar al niño con el que viajó durante meses y que ha vivo sobre la orilla del bordo del río Bravo desde hace más de 60 días.
Samuel se enfrenta cada día a la discriminación y el racismo por parte de los viajeros cubanos, quienes reciben mayor atención de parte de los matamorenses y de las Asociaciones Civiles americanas, que les entregan desde ropa hasta casas de campaña para su descanso, pero esa ayuda no es para los hondureños, quienes duermen a la intemperie sobre cajas de cartón.
El bebé de Samuel cuenta con dos años de edad, pero su ropa y zapatos son talla 4; por lo que solicita apoyo de la población para vestir a su hijo con ropa adecuada que garantice su comodidad, además de alimento para bebé, ya que al estar en un país ajeno, se ve imposibilitado para trabajar pues no tiene donde dejar a su hijo.
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