Alicia, conocida por su sazón y por guiar a migrantes, trabaja desde una cocina improvisada en su hogar en Tijuana. Mientras prepara guisos de puerco en salsa verde y roja, relata cómo conecta a las familias con «guías» que las ayudan a cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Aunque prefiere mantener su identidad en secreto, su fama en el noreste de Tijuana radica en su habilidad para encontrar rutas seguras y en su negocio de ayudar a quienes buscan mejores oportunidades.
El costo de cruzar varía entre 12 mil y 20 mil dólares, dependiendo de la ruta y el método utilizados, como túneles o cruces por puertos fronterizos. Alicia explica que las altas tarifas no solo benefician a los «guías», sino también a grupos como los cárteles, quienes controlan las zonas, e incluso a agentes de ambos lados de la frontera, a quienes se les paga por ignorar estas actividades. «Ellos solo tienen que hacerse los distraídos», comenta mientras recuerda casos exitosos de cruces.
Uno de los relatos más curiosos ocurrió en Halloween, cuando una familia con tres niños cruzó disfrazada. Los menores, vestidos de calaveras y catrinas, lograron pasar como parte de un grupo que presentó visas falsas. El oficial de migración no cuestionó los documentos y permitió el paso en cuestión de minutos, entregando a los menores a sus familiares al otro lado de la frontera. Este tipo de estrategias son comunes para quienes buscan evitar los controles reforzados desde el inicio de la nueva administración.
Según datos oficiales, en diciembre de 2024 se registraron más de 47 mil cruces irregulares desde México, un incremento respecto al mes anterior. A pesar de los riesgos, Alicia asegura que la necesidad impulsa a las familias a seguir cruzando. «Por más complicado que se ponga, la gente siempre encuentra la manera. Es una cuestión de sobrevivir», reflexiona, mientras continúa su labor en la frontera, donde el miedo y la esperanza se entremezclan en cada cruce.
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