“EL ABUSO LO SUPERÉ CON TERAPIA, EL ENCUBRIMIENTO NO”
El pasado jueves, Carlos López Valdez, un sacerdote en activo de 70 años de edad, fue condenado por violación de un menor; por primera vez en la ciudad de México.
El juzgado lo condenó a 63 años de cárcel, es la primera vez que se involucra a dos obispos en activo acusados de tener conocimiento sobre las aberraciones y no denunciar.
En 1994 Jesús Romero Colín quien tenía en aquel entonces 11 años de edad, quería ser misionero. En las iglesias de San Agustín de las Cuevas y de San Judas Tadeo en el centro de la capital conoció al padre Carlos, con quien empezó a oficiar misa como acólito y a quien quería como un padre.
El afectado dijo en entrevista para el diario EL PAÍS:
“Un día le pidió permiso a mis papás para que me dejaran pasar un fin de semana con él. Al anochecer me pidió que me acostara con él a pesar de que había dos recámaras más.
Sentí algo muy raro el que yo fuera a dormir con un sacerdote en la misma cama, era como si yo no pudiera compartir ese lugar, que a pesar de estar fuera de la parroquia estaba -al menos para mí- impregnado de algo sagrado.
Yo me puse mi pijama para dormir pero él me dijo que eso era antihigiénico, que me la quitara. Obedecí con mucha pena, ya que nunca había estado desnudo delante de alguien que no fuera mi mamá”.
En la madrugada comencé a sentir que me tocaban mis partes íntimas. Desperté asustado y me di cuenta de que era él.
No supe cómo reaccionar, simplemente no lo podía creer. A lo único que me pude aferrar fue a pensar que él estaba dormido”, recordó Jesús.
En México las víctimas tienen que denunciar, investigar, reunir las pruebas y hasta localizar a los culpables antes de obtener justicia; si los involucrados tienen que ver con la Iglesia, la tarea es titánica.
“Cuando conocí la sentencia rompí a llorar. Ni siquiera pensaba en todo lo que me hizo Carlos, sino en el martirio que he pasado después por denunciar.
El Ministerio Público hizo desaparecer pruebas, me trató mal, me humilló, me citó en vacaciones o intentaba convencerme de que el caso había prescrito”, indicó Jesús.
Carlos presentó como prueba las fotos del religioso vestido solo con un tanga o desnudo con el pene del niño en la boca.
La sentencia del 8 de marzo es también una suma de reproches al Ministerio Público por obstaculizar deliberadamente un caso repleto de pruebas y reabre el debate sobre el derecho canónico y su acomodo en el derecho civil.
¿Es suficiente con esconder a los culpables en clínicas espirituales? ¿Por qué permitieron que el sacerdote siguiera en contacto con niños y oficiando misa una vez conocidas las pruebas?
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